Reflexiones

 RECONOCIMIENTO SOCIAL DEL PROFESORADO

        En los últimos años, el respeto a la autoridad docente se ha ido disolviendo a la par que se ha ido acrecentando el miedo de los profesores hacia los alumnos, y el de muchos estudiantes hacia sus propios compañeros. La realidad es que el profesorado ha sido despojado de su autoridad, se encuentra indefenso y sin recursos para solucionar los conflictos en las aulas y empieza a tener muchas dudas de que esto mejore.
        Los docentes tienen escaso respaldo administrativo en la solución de la violencia en los centros. Esto se traduce en un aumento de bajas por enfermedad (depresión, estados de ansiedad, etc.). El malestar docente va cada día en aumento por la falta de recursos para hacer frente a esta situación.
        Lo que ocurre en la enseñanza, sobre todo en la enseñanza pública, es el resultado del desprestigio del principio de autoridad, sistemáticamente presentado como algo negativo. A los que tendrían que educar en clase se les ha ido desposeyendo de toda autoridad moral.
        A mi entender creo que la autoridad del profesor no debe ser la imposición del castigo o del miedo, sino como la explica la RAE: “Prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia”.
        Se dice a veces que la autoridad del profesor debe ser ganada, que no se impone por ley. Creo que aquí hay cierta confusión derivada de nuestro olvido de los clásicos: la autoridad no se consigue a golpe de normas; es el fruto de la tradición, del reconocimiento general; es inmanente a quien la ejerce. Esta es la autoridad perdida no sólo por el maestro, también por el médico y por el policía. Recuperarla es un proceso social lento y complicado, pero posible.
        Creo que es necesario reivindicar la implicación de las Administraciones, y de la sociedad en general, para recuperar el reconocimiento social de la educación y la profesión docente como motores de la modernización y evolución de las sociedades. Además, es necesaria una mejora de las condiciones labores de los docentes, porque una educación de calidad pasa primero por valorar a los docentes como unos profesionales que dedican todos sus esfuerzos y sabiduría a la formación de sus alumnos. Docentes que tienen una delicada misión, que a veces consiste en algo tan paradójico como enseñar a una sociedad que no quiere aprender.
“La educación es la clave del futuro. La clave del destino del hombre y de su posibilidad de actuar en un mundo mejor”
Robert F. Kennedy

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EDUCAR EN VALORES

        Los diferentes puntos de vista acerca de la Educación en valores están relacionados a interrogantes como: ¿qué son los valores?, ¿qué es la valoración?, ¿qué relación existe entre la educación en valores y el proyecto educativo?, ¿es tarea de la Universidad formar valores?, ¿cómo podrá la Universidad medir la formación y el desarrollo de valores profesionales? Estas preguntas si bien no agotan las inquietudes y preocupaciones existentes, al menos introducen el análisis de los valores en la formación profesional.

        Muchas de estas preocupaciones acompañan al mundo actual de modo más general, se habla de crisis de identidad, de fe y de epistemología. De identidad por la ausencia de un sentido claro de pertenencia y por la carencia de proyectos comunes unificadores; de fe, por la incapacidad de creer en algo, por la imposibilidad de cambio y la falta de confianza en el futuro y; epistemológica, por la supremacía del conocimiento y la razón, que se expresa en una racionalidad administrativa, capaz de aplastar lo afectivo y sentimental.

        Algunos afirman que vivimos en una sociedad sin valores; otros que han aparecido nuevos valores asociados al nuevo paradigma socioeconómico y cultural; también hay quien dice que el problema está en la existencia de una gran variedad de valores, lo que produce confusión y desorientación en la actuación y valoración de los seres humanos. Quizás esté ocurriendo todo ello, valdría la pena abordar el asunto teniendo en cuenta que en todas las sociedades y en las diferentes épocas el hombre como guía ha tenido que enfrentar sus propios retos de desarrollo, ¿por qué no podría hacerse ante el acelerado desarrollo científico-tecnológico y la globalización del mundo actual?

        No obstante a esta realidad, no es ajeno el hecho de que existen cuestiones no resueltas en la comunicación y en la vida de los hombres, en su educación, en su calidad de existencia, que impiden el desarrollo de una personalidad integral y adecuada a la sociedad en que ésta se despliega.

        El estudio sobre el comportamiento humano ha sido y es interés de diferentes ciencias: la filosofía, la psicología, la sociología y la pedagogía, las que desde sus diferentes objetos de estudios enfocan su campo de acción. Así los debates pueden ser desde los distintos puntos de vista. No obstante, el objetivo común está en la comprensión e interpretación de los porqué de las actuaciones de los seres humanos, para lograr orientar el comportamiento humano hacia las tendencias más progresistas, todo ello dentro de los requerimientos que impone la sociedad; de ahí que en el centro de su análisis se hallen los conflictos entre el ser y el deber ser, y derivado de ello entre el hacer y el saber hacer.

        Los valores no son el resultado de una comprensión y, mucho menos de una información pasiva, ni tampoco de actitudes conducidas sin significación propia para el sujeto. Es algo más complejo y multilateral pues se trata de la relación entre la realidad objetiva y los componentes de la personalidad, lo que se expresa a través de conductas y comportamientos. Por lo tanto, sólo se puede educar en valores a través de conocimientos, habilidades de valoración y reflexión en la actividad práctica con un significado asumido.

        Y es precisamente con las reflexiones como más he aprendido. Gracias a éstas he sido más consciente de diversos temas que antes se me podrían haber pasado de largo sin ni siquiera prestarles atención. Hoy en día las cosas tienden a rebasarnos. Nos metemos en un vertiginoso ritmo de vida que resulta implacablemente exigente.  En el día a día hay lugares a donde ir, trabajos que terminar, prisas y más prisas. Es por eso que muchas personas no cultivan una práctica cotidiana de reflexión.

        Es necesario dejar un espacio para la reflexión, por pequeño que sea. Pensemos primero: ¿Cuánta oportunidad nos damos solamente para pensar? Pensar en serio. Considerar las cosas. Esos tiempos que parecieran muertos son la única oportunidad que tenemos. No podemos reflexionar mientras estamos haciendo miles de tareas. Es necesario darle el espacio a la práctica.

        Algunas personas desarrollan su práctica de reflexión de manera individual, a través de la meditación, la oración o la escritura de un diario. Cualquier cambio de rutina en la actividad diaria te puede dar la pauta para un descanso mental y el cambio de actitud que requiere la reflexión.  

        A otros, les viene bien reflexionar en grupo y lo hacen con interacciones de desarrollo de visión en el trabajo, reuniones reflexivas con amigos o diálogos reflexivos con sus seres más cercanos. Reflexionar con otros es una buena manera de proteger el espacio reflexivo. Se requiere de personas interesadas en la exploración misma y no en tener la razón. Es decir, las diferencias ideológicas que se estimulan y contrapesan son útiles, las peleas encarnizadas por decir la última palabra, no tanto.
        
        Alrededor de la educación en valores está la idea de negar la necesidad de una pedagogía propia de los valores, puesto que consideran que los valores están siempre presentes en el proceso de formación, siendo suficiente una buena relación alumno-profesor. Es cierto que el proceso de enseñanza-aprendizaje siempre forma y desarrolla valores, el asunto a reflexionar está: ¿en qué valores se quiere incidir en el proceso, para qué, y cómo? La dificultad consiste entonces en eliminar el llamado “currículo oculto”. La cuestión radica en la necesidad de explicitar, sistematizar e intencionalizar la educación en valores y actitudes en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

“Nuestro estudio no tiene como los otros, un fin especulativo: si hemos emprendido esta investigación, no es para llegar a saber qué es la virtud -en tal caso, nuestro estudio sería inútil-, sino para llegar a ser bueno
Aristóteles

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OBLIGATORIEDAD DE LA EDUCACIÓN HASTA LOS 18

        El ministro de Educación, Ángel Gabilondo, sugirió hace tiempo la posibilidad de una enseñanza obligatoria hasta los 18 años, "como ocurre ya en otros países", si bien estos cambios no serían "inmediatos", puesto que su implantación requeriría tiempo y antes debería abordarse en las negociaciones del pacto de Estado sobre la Educación.

        Según Gabilondo, el sistema educativo actual es "demasiado rígido y poco transversal", lo que obliga a los alumnos a volver a empezar cuando quieren reorientar sus estudios. Por tanto, el ministro aboga por un modelo más flexible y menos uniforme.

        No hay duda de que sería muy conveniente y deseable alargar la escolarización del alumnado y reducir el número de alumnos que abandonan los estudios a los 16 años, pero esto no implica que la mejor manera de hacerlo realidad sea la obligatoriedad. De hecho, uno de los problemas actuales de muchos Institutos son los chicos y chicas que, por diversos motivos, rechazan o no aceptan con un mínimo de interés la escolarización obligatoria hasta los 16 años. Peor sería obligarlos a continuar hasta los 18.

        Por una parte, parece del todo contradictorio hablar de obligar a los jóvenes a continuar estudiando cuándo, en estos momentos, muchos de los jóvenes que quieren hacerlo no pueden: en Catalunya, por ejemplo, hay largas listas de espera en muchos Ciclos Formativos y en todas las escuelas de personas adultas. Igualmente, se está suprimiendo el bachillerato nocturno, que es una de las vías que permitía a muchos jóvenes continuar estos estudios post-obligatorios. Es evidente que primero hay que poner todos los recursos para que los que quieren continuar estudiando lo puedan hacer.

        Una vez tengamos plazas públicas para cubrir toda la demanda, nos podremos plantear cómo hacerlo para estimular a todos aquellos otros jóvenes que abandonan a los 16 años. Por eso, básicamente, hay que adecuar la oferta educativa a las necesidades del alumnado, y especialmente al que está desmotivado y/o con dificultades de aprendizaje. También, hay que establecer un plan de becas para todos aquellos chicos que quieren, pero no pueden, continuar estudiando porque las condiciones económicas de su familia les obligan a entrar en el mundo laboral.
       
        Hay que tener en cuenta que en la mayoría de países europeos que tienen un abandono escolar muy inferior al nuestro no tienen sistemas de obligatoriedad. Haría falta ver cómo lo hacen en estos países y buscar la manera de aplicarlo en nuestra casa.

        Por otra parte, para hacer gratuita la educación más allá de los 16 años no hay que hacerla obligatoria, lo que hace falta es una oferta pública suficiente. De no ser que lo que se pretenda es poder subvencionar mejor los centros privados.

        La discusión, pues, no tendría que ser obligatoriedad sí o no, sino qué medios se pondrán y qué tipo de oferta formativa se hará a fin de que aumente de forma significativa el número de jóvenes que continúan estudiando más allá de los 16 años. Pero antes de eso tenemos todavía otra asignatura pendiente: el número de alumnos que no acaban la ESO o que no obtienen el graduado. Estos chicos difícilmente continuarán estudiando.

        Es imprescindible poner primero más medios a la etapa obligatoria: más profesorado para atender la diversidad, hacer grupos de refuerzo, grupos menos masificados, oferta de Programas de Calificación Profesional, y todo aquello que haga falta a fin de que el fracaso en la ESO disminuya considerablemente.

        Como muchas otras medidas en la educación, hay que hacerlo bien y no sólo lanzar mensajes mediáticos sin tener claro en qué condiciones se puede sacar adelante y qué consecuencias puede tener. Si no es así, la medida puede acabar siendo sólo una manera de maquillar los datos del paro juvenil y una manera de traspasar más dinero a los centros privados, en lugar de mejorar realmente la educación de los jóvenes.

        Con un buen sistema, tanto de becas como de promoción de la escuela pública, no debería ser necesario obligar a nadie a continuar dos años más. Como bien enseña el marketing, es mejor que el cliente venga a ti que forzarle a ello. Por tanto, si es lo que se persigue, se debería ofrecer una enseñanza lo suficientemente “rentable para el alumno” para que comprenda que es mejor pasar dos años estudiando que pasar directamente al mercado laboral.

        No parece lógico que tengamos que estar sometidos a la imposición por períodos vitales. Habría que aspirar a tener un sistema educativo fuerte y atractivo, pero flexible, que permitiera la entrada y salida constante de él a lo largo de nuestra vida.

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TITULOCRACIA
        La “titulocracia” hace referencia al poder o fuerza que tiene los títulos académicos sobre cualquier otra cosa (título + κρτος, que significa fuerza). La “titulocracia” está presente en nuestras sociedades y la consecuencia directa es el predominio del título, bien sea universitario o no, a la hora de encontrar trabajo.

        Creo que el problema no reside en el valor que se le da a los títulos, sino que reside en la formación educativa a la cual deberíamos darle más importancia. Es decir, debemos procurar un mayor nivel de exigencia en las carreras universitarias, en el bachillerato, en la FP, etc. De esta manera, nos aseguramos (aunque no al 100%) de que esos futuros profesionales estarán mejor formados y con posibilidad de realizar bien su trabajo.

        Para conseguir este propósito también es necesario tener más clases prácticas y menos horas muertas delante de un pupitre; más clases dinámicas donde los alumnos participen y construyan su propio conocimiento. Según mi punto de vista, se deben seguir exigiendo los títulos y formar mejor a los que más tarde tendrán esos títulos en sus manos.

        Me parece un razonamiento lógico. Ninguno de nosotros querría ser atendido por un médico que no es licenciado pero que se le da bien poner puntos y es amable con los pacientes. Seamos coherentes.

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GUÍA DOCENTE

         La guía docente es una herramienta imprescindible para todos los participantes del sistema enseñanza-aprendizaje. En ella, se presentan no sólo los programas específicos de las diferentes áreas del currículum de Educación Infantil, sino que aporta información sobre aspectos importantes como la organización del tiempo y del espacio, por ejemplo. Además, la guía docente pretende situar al estudiante en el proceso educativo al que, como parte activa, se acaba de incorporar.

        El aprendizaje constituye un proceso de construcción activa de significados por parte del sujeto que aprende. Este proceso implica la relación entre lo que cada uno sabe y puede hacer, y los nuevos contenidos que ha de aprender. El proceso de aprender no es lineal sino pluridimensional y dinámico, con frecuencia, por avances desiguales, que requiere de constantes y múltiples reorganizaciones. El aprendizaje se construye en interacción con el entorno; las otras personas, adultos o pares, son interlocutores relevantes que aportan perspectivas, modelos para imitar o superar, indicios, informaciones, recursos para favorecer u obstaculizar la tarea. Es en este sentido que se concibe al aprendizaje como un proceso de construcción conjunta, a partir de la cooperación, la confrontación de ideas y de significados, la búsqueda de acuerdos y consensos.

        Es necesaria la planificación educativa, saber qué objetivos queremos alcanzar, cuáles deben ser los contenidos y cómo ha de evaluarse el proceso de enseñanza-aprendizaje. Es importante para los maestros y los alumnos.

        Por un lado, los profesores tienen la responsabilidad de asegurar que los estudiantes tengan claros los resultados que de ellos se espera, que conozcan los diferentes recursos y oportunidades de aprendizaje y como acceder a ellos, que sean capaces de adaptar sus experiencias de aprendizaje a sus necesidades y de que sean conscientes de que han alcanzado el nivel adecuado en las diferentes competencias. Así mismo todos los profesores de la institución han de ser conocedores de todos estos aspectos. Para lograr esto es fundamental la elaboración de la guía docente, que abarque los aspectos organizativos del currículum.

        Por otro lado, los alumnos se sienten más seguros cuando ven la meta a alcanzar y se dan cuenta que todos los contenidos que se van a tratar durante el curso tienen una finalidad clara. También les ayuda a organizarse si saben, por ejemplo, las fechas de entrega de trabajos, la duración de cada tema, etc.

        Pero esto no quiere decir que debamos cumplir la guía docente al pie de la letra; siempre debe haber hueco para la improvisación o para alguna propuesta que se le pueda ocurrir a un alumno. Mientras que la guía docente nos ayuda a tener claros los objetivos y contenidos, la improvisación nos puede aportar nuevos enfoques de realizar el proceso de enseñanza-aprendizaje.

        Sobre todo en Educación Infantil se ha tener muy cuenta el factor de la improvisación. Como ya sabemos, los maestros debemos de partir de los intereses y las necesidades de los niños, así que será necesario tener una gran capacidad de adaptación a las nuevas situaciones que se puedan plantear durante el transcurso de la clase.

        Desde mi punto de vista, lo ideal sería partir de una guía docente muy bien elaborada y estructurada pero teniendo en cuenta también las distintas modificaciones que pueden ocasionarse, escuchar las demandas e intereses de los alumnos y saber adaptarse a ellas.
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PREGUNTAS


¿Qué entendemos por buena y mala educación? Pienso que la mala educación  o la educación deficiente es el almacenamiento de conocimientos. Hace poco escuché una metáfora que dijo Santos Guerra en una entrevista y creo que define el concepto a la perfección. La metáfora sería: Tengo un recipiente con agua y echo esa agua en un vaso vacío. La metáfora contraria, que definiría el concepto de buena educación, sería  la de una persona que educa y ayuda a que el otro sepa donde hay manantiales de agua. Primero, le hace ser un buscador autónomo. Segundo, cuando la encuentra sabe distinguir si está contaminada o no. Y tercero, es capaz de compartir el agua con los que tienen sed.
El educador debe de ayudar a pensar y a convivir, y no trasladar sus ideas, sus formas de pensar y de actuar al alumno, como se pretende con la primera metáfora. Como dice Hölderlin, los educadores deben formar a sus educandos como los océanos forman los continentes, retirándose y ayudándolos a desarrollarse solos.
¿Cuáles son los retos a los que se enfrentan los educadores de hoy? Sin duda, lo que acabo de comentar es uno de los retos importantes. Por otro lado, en la escuela se trabaja con concepciones, con los sentimientos, con las actitudes, las expectativas, las aspiraciones, los valores… Estos son materiales muy complejos. Y hay otro reto que nace de la enorme diversidad de las personas. En otras profesiones, cuando trabajas con ladrillos o maderas, se caen y rompen igual hoy que mañana, es previsible. Pero a un alumno le haces una recomendación y le sirve, a otro le haces la misma y se enfada.
También hay otros retos que obedecen a los contextos. Vivimos en una cultura neoliberal que contradice muchos presupuestos de la educación, y porque al alumno se le ofrecen modelos no muy adecuados. Si le preguntas a un alumno qué quiere ser, seguramente te hable de algún cantante, o de un deportista, actriz, modelo… Los medios tienen una fuerte presencia en la vida de los jóvenes. Hace poco, la escuela era la única institución por la que el alumnado recibía conocimiento. La escuela tiene que repensar sus funciones para darle criterios al alumnado sobre lo que es válido y lo que es cuestionable.
¿Cuál tiene que ser la finalidad de la  evaluación? Es muy necesario evaluar los centros, pero no sólo debe ser evaluado el alumnado sino también los profesores. Es preciso plantear una evaluación que busque diagnosticar bien lo que sucede para que, desde la comprensión generada, se pongan en marcha los procesos necesarios de mejora. Debe tratarse de una evaluación interna y externa, que desee la comunidad educativa, que utilice métodos diversos y sensibles para captar la complejidad, que tenga en cuenta los valores, que esté comprometida con la sociedad democrática, que sea negociada, cualitativa contextualizada y transparente.
¿Está mentalizado el profesorado acerca de la necesidad de formarse? No hace falta pensar mucho para descubrir la necesidad de la formación permanente. Las nuevas funciones de la escuela, el avance del conocimiento en las diferentes materias, el desarrollo del saber pedagógico, el cambio acelerado que se produce en la sociedad y en la psicología de los alumnos y alumnas…, hacen necesario un proceso de formación incesante.
Creo que todos los profesores son conscientes de esta necesidad. Otra cosa es que sean consecuentes con ella. Por falta de ilusión, de tiempo, de medios, de compromiso… Ese es el camino adecuado para la mejora de la práctica. En este país hemos tenido siete leyes mientras se ha mantenido casi intocada e intocable la formación inicial del profesorado.
¿Qué propuestas podríamos hacer para la prevención de la violencia escolar en los centros? Por encima de todo no se puede olvidar que la escuela es una institución educativa, no coercitiva. Una de sus finalidades fundamentales es enseñar a convivir. Si solamente nos centramos en los conflictos, ni siquiera veremos que algunos son buenos e, incluso, necesarios.
Si se pretende poner fin a los conflictos mediantes la vigilancia, la amenaza y los castigos, la pregunta básica seguiría en pie: ¿Habrán aprendido a convivir cuando no tengan vigilancia, amenaza  castigos?
¿No sería más razonable aumentar la participación, la motivación, la inclusión y los procesos de negociación que convierten en protagonistas a los alumnos y alumnas? ¿No sería más positivo hacer surgir la disciplina de la voluntad, más que del castigo?